Es conocida la multitud de publicaciones sobre planes de preparación para corredores de fondo, así como las diferentes variaciones que se van introduciendo a lo largo de las últimas décadas. Todos ellos inciden en buscar una alimentación y un entrenamiento que optimice la fisiología del corredor a fin de obtener unos niveles de lactatos y consumo de oxígeno que le permitan ir mejorando sus marcas.
En el supuesto que se acierte en la planificación (y que el día de la competición el clima respete al corredor manteniendo una temperatura y humedad que no pongan a prueba su capacidad de termorregulación), las mejoras que se espera encontrar en el rendimiento están en torno a un 3%-5%.