jueves, 27 de febrero de 2014

El control de la intensidad

Parece claro que el aplicar una correcta intensidad según el tipo de entrenamiento del que se trate va a ser crucial de cara a poder hacer “lo que toque”, ni más, ni menos. Y también parece lógico y recomendable adaptarnos a nuestro estado psicofísico para evitar que lo que hacemos pensando que es beneficiosos, tanto desde el punto de vista del rendimiento como de la salud, no se vuelva en nuestra contra.
La duda me surge cuando de forma tan frecuente llegan a consulta deportistas que están aplicando mal estas intensidades, tanto en la vertiente de la falta de progresión en el entrenamiento, como, y esto es más importante, en el hecho de que se están “haciendo daño”. Algunos por estar mal asesorados, pero una gran mayoría por tener, por así decir, las sensaciones alteradas.

Es sabido que la práctica deportiva, y en especial la práctica deportiva de intensidad, genera la liberación de endorfinas (opiáceos de producción interna), lo que nos va a generar una sensación placentera, pero también, una reacción de dependencia (necesito mi dosis) y tolerancia (la dosis ha de ser mayor). Y todo ello llevará a un progresivo incremento de la intensidad del entrenamiento. Y el incremento de intensidad llevará una mayor susceptibilidad a padecer lesiones o problemas físicos, ausencia de progresión en la competición, etc.
Entonces, ¿cómo controlar esa intensidad?